domingo, 25 de agosto de 2013

Natural

Te despiertas, te miras en el primer espejo que has encontrado, e inconscientemente hurgas en la más absoluta profundidad de tus ojos buscando tu alma, buscando quién realmente eres, dónde estás y cómo salvarte. Caes en la cuenta de que es demasiado tarde para salvarte y huyes, buscando a otra persona en el mismo reflejo de ese espejo. Cambias tu pelo, alisas tu piel con una fina capa de maquillaje, tiñes tus labios de carmín y buscas en el armario la ropa que más resalte tu figura, hasta aquellas curvas que odias. Gafas de sol en mano y sales a la calle dispuesta a encontrar a aquella persona que te encuentre y te salve antes que tú misma. Pero, por lo visto, sigue bien escondido en cualquier recóndito lugar del mundo, esperando a que lo vayas a buscar.